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Hilos del Destino y Versos Poéticos

En una ciudad caótica, llena de misterio y melancolía vivía una joven llamada Leticia quien, desde que tiene conocimiento, sentía una extraña conexión entre los sueños y las historias ocultas en las páginas de los libros. Sus ojos profundos reflejaban un universo de emociones que pocos podían comprender.

Leticia tenía un don especial, un don que nadie más poseía. Ella podía ver los hilos que el destino tejía en las personas, podía ver cómo se enredaban y se desenredaban, llevando a las personas por caminos imprevistos. Aunque también este don la llenaba de zozobra, ya que ella no sabía si debía interferir en el curso natural de las cosas o sencillamente ser una espectadora de los sucesos que pasaban frente a ella.

Un día estaba sentada en la banca de un parque, con su mirada absorta en la contemplación de las cordilleras que rodeaban su ciudad, el día se oscurecía como si avisara la llegada de un fuerte aguacero, una fuerte brisa helada la golpeó de súbito y de manera imprevista un extraño se sentó a su lado llamando su atención, una corriente eléctrica paso por todo su cuerpo, como si el destino le quisiera avisar algo. El extraño era un hombre joven cuyo nombre era Alexei, un nombre poco común. Él era un poeta melancólico, con una mirada enigmática, una mirada que guardaba secretos y un corazón herido por el pasado. A pesar de las muchas diferencias entre ambos, algo los atrajo de inmediato, como si fueran dos almas que estaban destinadas a encontrarse.

Alexei poseía el don de escribir versos que trascendían en el tiempo y el espacio, sus palabras eran un espejo del alma reflejando la luz y oscuridad que en ella habitaba. Leticia quedó impresionada por la profundidad de sus poemas y decidió conocerlo más.

A medida que se conocían, Leticia descubrió que los hilos de la vida de Alexei estaban marcados de tristeza y desesperanza. Él había perdido toda su fe, su esperanza en sí mismo. A pesar de ello Leticia también vio en su destino la posibilidad de sanar y que él encontrara una nueva razón para vivir.

Conmovida por el deseo de ayudar, Leticia decidió tejer un nuevo hilo en el destino de Alexei. Ella decidió animarlo a compartir sus poemas con el mundo, a liberar su alma a través de sus palabras. Juntos decidieron crear un espacio en el parque donde recitaban sus versos al atardecer, como si fueran cánticos que rompían el silencio de la oscuridad.

A medida que pasaba el tiempo, las palabras de Alexei comenzaron a retumbar en los corazones de aquellos que lo escuchaban. Sus versos tocaron en las fibras más sensibles de las personas, sanaron heridas y encendieron el rayo de esperanza que yacía dormida en muchos.

Con el tiempo el parque se convirtió en un punto de encuentro de las personas que buscaban consuelo, de aquellas almas hambrientas que buscaban su alimento. Leticia y Alexei se convirtieron en guías de almas perdidas, de almas que habían sido golpeadas por la ironía de la vida, pues sus palabras eran ese bálsamo que necesitaban, ellos iban tejiendo hilos de esperanza y amor en cada corazón que se cruzaba en su camino.

No obstante, Leticia sabía que su don tenía límites y que ella no podía controlar todos los hilos del destino. Ella aprendió a aceptar que las personas deben encontrar su propio camino, y que su papel no era cambiar el destino de otros, pero junto con Alexei podían ser un faro de luz que guiaba almas perdidas. Con el paso del tiempo, Leticia y Alexei se dieron cuenta que su amistad era obra del destino, los había unido para recordarles que la vida era un tejido de luz y oscuridad que los convirtió en un instrumento para ayudar personas afligidas por el caos y la melancolía, devolviéndoles un rayo de esperanza.

Y así entre hilos del destino y versos poéticos, Leticia y Alexei vivieron una historia de amistad y descubrimiento que creaba un portal de poesía para almas perdidas.

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